Personajes

Tenías que ser tú

PERSONAJES

Dan Calebow

        

Calebow era un gran león rubio, un hombre que se conducía con la autoridad de quien no tiene paciencia para dudar de sí mismo. Un poco más alto del uno ochenta y cinco, era más musculoso que la mayoría de los quarterbacks. Tenía la frente alta y ancha y una nariz firme con un pequeño bulto en el puente. Su labio inferior era ligeramente más grueso que el superior, y una delgada cicatriz blanca marcaba el punto medio entre su boca y su mentón. Pero su rasgo más fascinante no era esa interesante boca, ni su leonado y grueso pelo, ni la masculina cicatriz de la barbilla. Sino un par de depredadores ojos verde mar … 

Phoebe Sommerville

 

Phoebe tenía una cintura esbelta y piernas bien proporcionadas, pero sus pechos y caderas eran curvilíneos y femeninos como en un tiempo casi olvidado cuando las mujeres parecían mujeres. Tenía un cuerpo de infarto, el tipo de cuerpo que, incluso a los treinta y tres años, podría ser exhibido con el ombligo al aire en la pared de un museo. Era el cuerpo diez de una rubia tonta, pero el cerebro que acompañaba a ese cuerpo era realmente brillante. Phoebe era el tipo de mujer que no debería ser juzgada por las apariencias.

Su cara no era más convencional que su cuerpo. Había algo demoledor en la fisonomía de sus rasgos, aunque era difícil precisar exactamente el qué. Si la nariz recta, la boca firmemente delineada o la mandíbula fuerte. Quizá era el diminuto lunar negro —e indecentemente erótico— que coronaba su pómulo. O tal vez eran sus ojos. Los que los habían visto antes de que se pusiera con rapidez sus gafas de sol con diamantes de imitación habían tomado nota de la forma en que se rasgaban en los extremos, de alguna manera casi demasiado exóticos para encajar con el resto del rostro. Arturo Flores había exagerado con frecuencia esos ojos color ámbar; unas veces pintándolos más grandes que sus caderas, otras superponiéndolos a sus maravillosos pechos.

Ron McDermitt

Aunque Ronald medía alrededor de uno ochenta y no era feo, lo consideraba demasiado limpio, educado y joven para dirigir a los Chicago Stars.

En todos los equipos profesionales era el director general el que se encargaba de todo, desde los traslados a la contratación de vehículos, así que Dan, en teoría, trabajaba para Ronald. Pero Ronald estaba tan intimidado por él que su autoridad era puramente simbólica.

Era adorable, un pequeño y anodino Tom Cruise con una expresión acogedora y servicial . Tomó la mano que le ofreció y se miró en un par de gloriosos ojos azules, parecidos a los de Cruise, que quedaban casi al nivel de los de ella.

No pudo dejar de notar que poseía las pestañas más tupidas que había visto en un hombre.

Ella quiso atarle un lazo y ponerlo bajo el árbol de Navidad. Su radar interno no emitía ninguna señal de alarma advirtiéndole contra él, algo que generalmente ocurría cuando tenía alrededor hombres de buen ver. Su estatura y su comportamiento amistoso impedían que se sintiera amenazada.

Sharon Anderson

Al entrar por la puerta, lo primero que advirtió fue a un duendecillo pelirrojo; era una maestra que leía un cuento sentada en el suelo a un grupo de niños de cuatro años. Algo en su interior se había vuelto tierno y cálido mientras estudiaba su nariz pecosa y las manchas de dedos de pintura verde de sus pantalones.

Su nombre era Sharon Anderson. Era callada y tímida, un bienvenido contraste con todas las mujeres de ojos atrevidos a las que estaba acostumbrado.

Molly Sommerville

Molly Somerville, la hermanastra de quince años que Phoebe apenas conocía, estaba sentada en una silla junto a la ventana. A diferencia de Phoebe, que había sido gordita de niña, Molly era delgada. Su grueso pelo castaño oscuro a la altura de la barbilla necesitaba un buen corte. Además era poco atractiva, tenía la piel tan pálida como si nunca hubiera visto el sol y sus rasgos eran anodinos.

Molly se escondía tras su materia gris. 

Darnell PruitT

De todos los hombres del equipo, Darnell Pruitt era el más intimidador. Tenía un diente de oro con un diamante de medio quilate refulgiendo en la boca y pesadas cadenas de oro colgaban de su chaleco de cuero negro. No llevaba camisa bajo el chaleco, revelando un enorme pecho y antebrazos demasiado musculosos, exhibidos en todo su esplendor de ébano. Ocultaba los ojos tras unas amenazadoras gafas de sol muy oscuras, su nariz era ancha y plana y una cicatriz surcaba su hombro. Un artículo que ella había leído justo el día anterior en Sports Illustrated había descrito a Darnell como uno de los cinco hombres peor encarados de la NFL, y mientras lo estudiaba, no encontró ninguna razón para disentir.

Bobby Tom Denton 

Pooh 


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